¿Sentís que no encajás en ningún lugar?
¿Fuiste o sos el patito feo en la familia?
¿Normalmente no tenés tema de conversación con las demás personas?
Como te decía en el post anterior, cuando las ovejas negras salimos al mundo a probar hacer una vida diferente, no encontramos con problemas para socializar.
Los temas de conversación nos aburren. Las preguntas cliché nos incomodan y ni queremos responderlas. Hemos vivido tanto rechazo y burla que nos hacemos invisibles, callamos o por el contrario buscamos desesperados ese grupo que hable nuestro idioma y nos contenga.
Las relaciones – parejas, amistades, compañeros y jefes, socios, instituciones, grupos de interés, vecinos- nos muestran como respondemos ante la incomodidad, como nos cuesta expresarnos, lo que nos falta aprender de asertividad y límites. Nos ponen de frente a nuestros motivos más profundos, a nuestras heridas, falta de autovaloración y creencias. Y a los filtros con los que vemos el mundo y la vida.
Es en las relaciones que se muestra nuestra herida y también lo que podemos aportar al mundo.
1- Sin clan ni raíces ni arraigo
Si no estabas de acuerdo con los valores y creencias familiares, entonces no te sentías parte de ese grupo. A mayor diferencia de valores, mayor sensación de no pertenecer y no tener soporte. Hay personas que hasta se preguntan si serán hijos adoptados, tan fuerte es la desconexión con ese clan en que se criaron.
Resulta que como somos una especie de manada, no tener la propia trae una fuerte sensación de vacío y falta de soporte, de que el mundo es un lugar peligroso, de que nadie puede darte lo que buscás. Ni siquiera dios/ universo personificando la energía paterna o materna que sentimos que nos faltó. Ni las demás personas personificando esos compañeros de juego que en lugar de cooperar criticaban o hacían a un lado.
Asique el exilio de la familia nos deja atrofiada en nuestra capacidad de movernos en paz en el mundo. Acarreamos miedos al rechazo, al abandono, al castigo, a expresarnos, a no ser bien recibidos ni por el planeta mismo. Todo es peligro, todo es luchar sólo sin ayuda, todo es esconderse para sobrevivir.
Entonces con esta sensación de fondo nos preocupan otras cosas, como sanarnos el alma y aprender a movernos y expresarnos. Por eso muchos temas de conversación no nos entusiasman. Para colmo, desde un extraño hasta los compañeros de trabajo o lo que sea te preguntan por tu familia.
Es que en nuestras sociedades latinas (europeas y latinoamericanas) se rinde culto al pegote familiar, a la imagen de familia unida. Y en muchas conversaciones de temporada (navidad, año nuevo, vacaciones, cumpleaños, feriados, día del padre o de la madre) te preguntan si lo vas a pasar con tu familia. Y vos te acordás de todas esas reuniones o de la última visita y se te ponen los pelos de punta y te ahogás.
Las respuestas que damos a esas preguntas cliché no suelen encontrar más que reproches y reacciones más cliché todavía (“pero es tu madre”, “en todas las familias hay temas”, “el amor todo lo puede”, “tenés que perdonar”, “hicieron lo mejor que pudieron”, “¿les has contado como te sentías?”).
[Suspiro] No se vos, yo me sigo sintiendo un extraterrestre.
Veamos entonces que pasa cuando crecimos sin manada
2- Vamos buscando un grupo de afines/ aceptación.
Aunque aprendimos a ser independientes y autosuficientes, buscamos sentirnos comprendidos por alguien, ser parte de algo, que somos bienvenidos en el planeta.
Estas son algunas situaciones que se presentan cuando uno es el patito feo que va de un lugar a otro:
No terminar de encajar y caer en grupos igual de abusivos o donde uno es rechazado o ninguneado.
¿Sabés lo que es un imán? Somos imanes gigantes. Atreamos lo que traemos en nuestro ser, y eso es muchos rastros de rechazo, abuso, dependencia emocional. Suena fuerte, pero recordá que todo eso no sos vos, es una parte de vos que viene heredada de muchos ancestros y sus miedos.
Las memorias de nuestros ancestros que nos programan para el rechazo y el abuso, sumado a que sin darnos cuenta salimos a que nos quieran con un claro olor a necesitado emocional, atrae manipulación, rechazo, abuso, soledad… de nuevo. Sé que sonó fuerte, pero dentro tuyo sabés si es cierto o no que se han repetido estas situaciones desde que saliste al mundo. Fue fuerte para mi darme cuenta cuánto de mi estaba callando y complaciendo a otras por una migaja de mala pertenencia disfrazada de discursos afines.
¿Cómo te das cuenta si estás de nuevo en un grupo donde no tenés que estar? Creo que conocés esa sensación de vacío y ahogo cuando no te estás expresando realmente y andas con pies de plomo para no levantar la perdiz.
Nos la pasamos huyendo de situaciones de lucha
La verdad que las ovejas negras le tenemos terror al conflicto. Lo vivimos tantos años en la familia que salimos al mundo esperando que afuera todo sea paz, nos quieran y acepten y no existan críticas, discrepancias, malos entendidos ni malas intenciones. Pero las hay. Y no estamos preparados para manejarnos porque no tuvimos ejemplos sanos de cómo hacerlo. Pero se puede aprender. De hecho nos pasamos la vida con el radar de captar- ejemplos prendido.
Pasa que apenas aparece una incomodidad nos achicamos, nos hacemos invisibles y cuando la cosa no da más salimos corriendo. Abandonamos el campo de batalla porque lo único que aprendimos es aguantar golpes hasta tener suficiente edad para dejar el entorno tóxico y poder decidir por nosotros mismos.
Quedamos hipersensibles a la crítica y al conflicto y reaccionamos como si otra vez fuéramos el blanco de miradas y críticas y tuviéramos que aguantar hasta poder escapar. Vemos cada situación como un campo de batalla.
¡Ojo! como dice el dicho “si lo único que tienes en la mano es un martillo, todo te parecerán clavos” (algo así). O sea, vivimos en el conflicto tantos años, que todo nos parece un conflicto por soportar. Y así atraemos situaciones de conflicto.
Súmale que salimos al mundo en modo lucha: demostrar que valemos, valernos por nosotros mismos, que podemos hacer las cosas diferente. Y si salís con un traje de gladiador, lo que se va a presentar es una lucha. Y uno no se saca las corazas a menos que sienta que puede ser vulnerable y estar a salvo. Y aprendimos que el mundo es inseguro y cruel. Así que eso hay que borrarlo, hay que deshacer el miedo y las corazas. Sentirse seguro en la vulnerabilidad y la suavidad.
3- Sentimos que no tenemos de qué hablar ni cómo
La diferencia de valores no es solo con la familia. Tampoco nos hallamos hablando o haciendo temas comunes. Pero claro, la falta de práctica y las experiencias de rechazo y burla no ayudan a que uno ande por ahí charlando fluidamente con cualquier persona incluso de lo que a una sí le interesa.
Anticonvencionalismos/ marginación
Ya te he comentado cómo es que buscamos algo más en la vida que la mediocridad que observamos a nuestro alrededor.
Y no sólo tiene que ver con los patrones familiares, también con muchas pautas sociales. Veamos:
- No te interesa la moda, los programas de chimentos, ni verte las telenovelas o series del año para poder comentarlas con tus vecinos y compañeros. “¿En serio vamos a gastar neuronas y saliva en eso?”. Ni hablar de shampoo, actores, ropa, gimansio, coches.
- Y no sólo pasás de lo más mundano. También te apartás de los intelectualoides que corren detrás de las recomendaciones de los diarios-editoriales para leer o ver en el teatro y cine lo que se supone que ve una persona inteligente. Te apartas de cuanto sea señal de rebaño, incluso de lo “under” si agrupa suficiente gente para quedar atrapado en la mentalidad de grupo.
- ¿Cuántas veces te han tratado de nerd o friki por no hablar de esos temas masivos?
- Simplemente no te llama la atención.
- Tal vez te llamen la atención temas más complejos, como economía, política, etc. Pero algún día te das cuenta que también son discursos comunes, o con una tremenda mentalidad de grupo (pecera perfecta para narcisistas y manipuladores). No es que ya todo te parezca lo mismo, te hacés más sabio para diferenciar “lo mismo de siempre” de iniciativas realmente superadoras y prácticas.
Socializar ¿con qué ejemplos?
No todo nos parece insulso y mediocre, nos interesan las personas y muchísimos temas más. Añoramos una comunicación cariñosa, nutritiva, asertiva. La que no tuvimos.
¿Cómo se supone que podemos interactuar normalmente si nos faltaron ejemplos de una comunicación sana? Gritos, crítica, manipulación, competencia, falsedad. O directamente falta de comunicación o demasiado superficial. No solo es que nos faltaron ejemplos: como te decía más arriba, le tenemos terror al conflicto, la confrontación, la crítica y la burla. Tenemos grabado que comunicación = pelea (o denigración).
No es que no podamos mantener una charla cualquiera, pero a la hora de mantener y profundizar, ¡ay!
A medida que crecés y pasando por situaciones que se repiten te vas dando cuenta que te faltaron ejemplos, no es que haya algo malo en vos y seas defectuoso.
Las más exploradoras se lanzan a cursos de expresión y oratoria, teatro, habilidades sociales. Otras prenden el radar y van captando y modelando después formas de comunicarse, resolver conflictos, pedir algo que se quiere, decir las cosas amablemente, demostrar cariño.
No es que nos volvemos el ser más carismático del mundo. O sí, pero solo con quienes nos importan. Y eso está bueno. Porque tenemos algo que pocas personas tienen: discernir cuando no gastar pólvora en chimangos (expresión argentina para no gastar recursos en tareas que no valen la pena y no dan resultados)
¿Voy a poder socializar en paz algún día?
Claro que sí. Todo se puede sanar y reaprender.
Para que eso ocurra hay una serie de acciones cotidianas que observarse y practicar mucho:
- Ser uno el adulto responsable y el compañero de juegos que quisiera haber tenido. Nadie más puede hacerlo por vos. Te vas a ahorrar mucho enojo y decepciones por expectativas sobre los demás. ¿Te has fijado que la gran mayoría somos niños lastimados o atrofiados, pero pretendemos que los demás sean el adulto al rescate?
- Dejar la crítica interna y convertirse en el propio padre/madre que guía y alienta con cariño. Cuando te pesques autocriticándote, diciéndote cosas horribles por equivocarte, acordate que los errores y equivocaciones son la estadística para que algo salga bien. Son solo ensayos. Si aprendiste a caminar y subir escaleras con un cuerpito minúsculo podés hacer lo que sea.
- Dejar de buscar aceptación de los demás. Es una tentación sutil y no pasa nada con reconocer que está ahí. No podés agradarle a todos y tratar de hacerlo es una pérdida de energía y tiempo. ¿Por qué arrastrarse por migajas de atención y afecto? La Tierra sabe tu nombre. Antes que hijo de tu madre y tu linaje sos Hijo de la Tierra misma.
- Dejar de ser “hijo de” de una vez por todas. Lo que no te dieron de chico no te lo van a dar de adulto. Para hacer el propio camino hay que “dejar a su padre y a su madre”. ¿Cómo vas a actuar como adulto, como pareja, como padre, como jefe, si seguís esperando, obedeciendo y dependiendo de los demás?
- Borrar los traumas que se han transmitido por generaciones. No hace falta entenderlos, sólo la intención de no cargarlos más ni querer “sanar” a otros. Podés detener el ciclo de abuso y falta de amor y sentido iniciando un nuevo camino.
La cara B: tenemos dones que enseñar a los conformistas
Nadie te pediría jamás que te adaptes a un entorno enfermo. Al contrario, la herida de la falta de aceptación nos prepara para buscar lo esencial en nosotros mismos y en la vida. Y por eso actuamos de una forma nueva, que puede habilitar a otros que también están tratando de tener una vida más pacífica y amorosa. Estas son algunas actitudes que aportamos para cambiar la sociedad (y que no es la revolución institucionalizada)
- Irse cuando uno no es bienvenido.
- No querer agradar a todos.
- No ser presa de manipuladores, narcisistas y grupos tóxicos. Límites sanos.
- Crear nuevas formas de comunicarse y relacionarse.
- Ver con ojos de turista, capacidad de asombro y disfrute.
- Dejar de lado las mentiras y distracciones (modas, chimentos, TV, revistas, series) para concentrarse en el propio camino.
Para terminar
Se puede sanar la falta de raíz cambiando lo que aprendimos que era una familia.
Eso sí, una vez sanado también hay que dejar ir (energéticamente) a la familia de origen para emerger como adulto. Los antiguos tenían muchos ritos de paso para las diferentes etapas de la vida. Hoy estamos medio perdidos y necesitamos recrear esos ritos por nosotros mismos.
No podemos ser hijos (y victimas) por siempre. Si no superamos el rol de hijo, del hijo raro, rechazado, contrera, no podemos ser novios, esposos, padres, compañeros, jefes, emprendedores, autónomos.
“Crecer es una trampa” si seguís siendo un niño en busca de amor y atención y te toca por edad dar y guiar sin saber como y sin nada que llene tu vacío. Porque no has crecido, estás fragmentado y te quedaste estancado en esa infancia esperando lo que de tu familia de origen no va a llegar.
En el siguiente post te explico mi enfoque para sanar estas heridas y desarrollar todo el potencial de tu rareza.
Me gustaría que me contaras como te ha afectado en las relaciones y la socialización haber sido la oveja negra de la familia. Te leo en comentarios.
Compartilo con quien sientas que le puede ayudar a entender también.
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